Cuatros golpes secos…secos
como la sequedad en la boca antes de partir… entronizan todo el paso. La
madera; el madero, aparentemente inerte, recobra vida propia y es como sí…por
un segundo, por un momento, la muerte fuera vida. Es caminar abriéndose paso
ante la multitud.
Va EL solo con sus pensamientos, con su angustia, con su anhelo. Sabe
lo que le espera. Le espera la muerte. El sufrimiento…mientras va andando,
y…anda…y..anda. Cansado, agotado, exhausto por el peso del madero. Sabe cual va
a ser el final. Sabe el porque de estar aquí…pero porque tanto dolor. Sobre EL…el leño, su leño, el madero…va
desgarrando pedazos de su ropa…va rajando parte de su piel…va sangrando.
Sangre. Sudor y lágrimas. A lo lejos su Madre. Por Dios…cuanto sufrimiento.
Imaginamos la agonía y como se desgarra su corazón ante tanto dolor. Esa Madre
viendo a su hijo hacia la muerte….a su lado, San Juan. Su hermano, su hijo.
Juan, intenta consolar a su madre...pero eso es imposible…no puede haber en
este MUNDO un “ consuelo “ para tanto dolor, para tanto sufrimiento…eso es
impensable. Es imposible. Llega un
momento, un instante, o no sé…que ya no piensa…va solo andando…llevando el
peso…va con su racheo…silencio blanco.
Cuando suena los golpes del
llamador, solamente sabemos hacer lo que hacemos. Sabemos como es nuestro
trabajo, sabemos como amarlo, pero…esos golpes del martillo…hacen temblar las
voces del exterior. Aparece la noche, y, llega el silencio. La gente se calla.
La noche se ilumina con EL…No es
soledad. No es silencio. Es compañía y música. Sí…el silencio lleva una música
muy especial. Quien sea capaz de escucharla se enamorara el resto de su vida de
ese silencio musical. Es una mezcla rara, difícil de explica y, a la vez tan
profunda que te enamora el corazón. Te atrae, te atrapa y envuelve tu corazón
con ese embrujo de pasión. Es como cuando te enamoras de tu novia, la que será
tu mujer. Es como cuando ves por primera vez a tu hij@ recién nacido. Es amor.
Es pasión. Es ilusión…es un todo tan bello, que ese es el amor que EL nos dio en el madero.
Cargamos…y andamos;
cargamos…y andamos. Peso sobre peso en nuestra cerviz. En nuestra espalda. En
nuestros riñones. En nuestras piernas. Peso que va perforando muy lentamente
nuestra carne. Va laminando uno por uno los sentimientos. Nuestra gente.
Nuestra gente…cuanto por recordar y…cuanto por sentir. Peso que va repartiendo
amor a través de nuestro caminar por las calles de nuestro barrio, de nuestra
ciudad. Somos lo que somos. Somos lo que EL
quiere que seamos. En este momento. En este caso, sus pies. En otras ocasiones
seremos…Manolo el panadero; otras seremos Paco el Administrativo…en
otras…tantas y tantas profesiones…pero siempre por dentro, desde nuestro
corazón hasta nuestra alma impúdica y corriente, seremos COSTALEROS y, nos
transformaremos en lo que somos: hombres de carga, con un corazón tan bello y
con un alma tan pura que por algo DIOS no bendijo llevando a su hijo por los
adoquines de nuestra bella ciudad Isturgitana. Somos, eso: COSTALEROS.
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