Muchos son los que se hacen
llamar “maestros del costal “. Aquellas figuras que sin razón y entendimiento
se introducen en el arte de querer enseñar una de las disciplinas y un arte – a mi juicio – de cómo saber lidiar un
paso. Es eso, es el arte hecho realidad. Es como decía mi buen amigo Vallejo,
como el arte de la tauromaquia. El costalero es igual que el toreo, ciñéndose
al cejón el costal cual hace el torero a la montera. Es un arte en todo su
esplendor. No es sacar un paso; no es sacar a un titular. Es algo más. Es algo
que nace y se hace. Es un trozo de uno mismo que esta latente en el alma y se
hace sentimiento conforme va uno creciendo, y, curiosamente cuanto más va uno
creciendo (en todas sus formas: físicas, psíquicas,
pero sobre todo espiritual), más se va apoderando esa esencia de uno mismo. Habrá de
todo, pero os puedo asegurar que esto no es un juego. Esto no es un “lucir paso
y costal ante la novia “, esto es algo más.
Es algo más. Es ese
sentimiento hecho realidad. Es un hormigueo que nace del estomago antes de “meterse
“. Es la sequedad de la boca antes de la faena. Es acordarse de tu gente cuando
estas en una revira, realizando una chicota, con el silencio o con música, pero
es acordarse de ellos. De los que están y de los que no están. Es postura y
compostura. Es elegancia en todo su ser. Es fuerza y constancia. Es
inteligencia y a la vez sabiduría – que
no es lo mismo.
Dicen que el costalero se
hace. En parte es verdad. Creó, desde mi humilde punto de vista, que
efectivamente el costalero se va haciendo a lo largo del tiempo. A lo largo de
la vida. La prueba palpable de ello la tenemos en los chavales que se meten por
primera vez. Con 16 años por ejemplo, que eso es una locura; el costalero se va
haciendo poco a poco y se fraguando como el hierro a fuego lento y rápido. Rápida
como la vida; el pasar del tiempo es muy veloz y feroz, y, lento en el sentido
del sentimiento valga la redundancia.
Cuando llevas tantos años
en las galeras de un paso conoces a hombres y mujeres de todas las condiciones
sociales. Pero, es curioso, que tod@s ell@s tienen casi los mismos sentimientos
que los que estoy describiendo. Todos tenemos en el pensamiento hacer bien
nuestro trabajo; que no nos hagamos daño a nosotros mismos ni al compañero. Es
un trabajo en equipo. No es una cosa de uno. No es la “elite del patero o del
costero “. Son 45 corazones latiendo a un mismo son. Eso es sentimiento. Eso es
arte. Conoces de todo y para todo. Es curioso…pero te das cuenta porque Dios te
pone al servicio de su hijo con esta gente. Te das cuenta porque Dios te elige
para que seas los pies de su hijo o la de la madre de Dios. Te das cuenta que
no existe clase social. Todos, absolutamente todos somos iguales. TODOS.
Muchas veces me han
preguntado: ¿hasta cuando ?...y, yo, siempre respondo lo mismo: hasta que el
cuerpo aguante. Hasta que Dios quiera y me deje, pero…no…no…no quiero pensar el
día que me tenga que retirar, que duro será…no quiero ni pensarlo. No quiero
pensar lo que será ese momento, ese día que por desgracia tenga que decir un adiós
a mi costal, a mi galera, a mi trabajadera. Sí, digo bien… “ a mi “, porque es
algo mío. Es un lugar, un sitio donde he sentido, amado y querido con locura a
este noble arte. Ese día…que no llegue nunca, y, si llega (pues tarde o temprano inexorablemente llegara), que pueda seguir a tu
lado.
Hace tiempo di el pregón de
la Hdad de los
Estudiantes, haya por el año 1989, creó, y, una de las cosas que dije, es que
“donde nací una vez – haciendo referencia a las
galeras de un paso
– moriré para siempre “. En un sentido amplio es bien cierto. Nací en parte,
como cofrade debajo de un paso, y, he de reconocer que creó que no conoceré
otro lugar tan bello y duro como este.
Cuanto sentimiento ahí
dentro…que barbaridad. Cuando oyes el crují de las trabajadoras, notas como la
madera del palo, del leño, se abre camino sobre tu costal, notas el peso de la
cruz. Notas el peso del paso y sabes que eso es tuyo. Que ese es tu oficio, y,
que ahí que amarlo y sentirlo como ÉL lo hizo por nosotros. Eso es sin duda
alguna un privilegio para muy pocos.
Costaleros; que eres niño??
Pregunta la abuela al nieto. Abuela yo soy costalero. La abuela responde: pero
eso pa que, se le pone ruedas y ya esta: No… abuela… nuestro PADRE no iba a
ruedas. No llevaba un coche. Llevaba un leño, un madero sobre sí mismo. Yo,
abuela, soy los pies de Cristo.
Podremos entrar en debate
sobre como “hacernos la ropa “, si es mejor así o de la otra forma. Podremos
hablar en quinientas mil tertulias, pero una cosa no es discutible bajo ningún
concepto. Ser costalero es un arte. Un oficio. Una pasión. Es parte de uno
mismo. Si esa parte desaparece; si perdemos esta parte nosotros mismos, nos
convertimos en seres a la deriva. Esto se mete por la sangre y va creciendo.
Quien encuentra verdaderamente su esencia, se encuentra a si mismo, y no
renuncia a ello.
Hace tiempo que me dedico a
este noble arte. Son ya 19 años de oficio. Algo he visto y, he de reconocer que
año tras año voy aprendiendo cosas que la verdad desconocía. Es un oficio tan
noble que vas aprendiendo conforme pasa el tiempo. He visto de todo. Os lo
puedo asegurar. De todo. Bueno y malo. Más bueno que malo, pero de todo ha
tenido la viña del Señor.
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