martes, 11 de febrero de 2014

Reflexión. ( Algo mio....I PARTE )

Muchos son los que se hacen llamar “maestros del costal “. Aquellas figuras que sin razón y entendimiento se introducen en el arte de querer enseñar una de las disciplinas y un arte – a mi juicio – de cómo saber lidiar un paso. Es eso, es el arte hecho realidad. Es como decía mi buen amigo Vallejo, como el arte de la tauromaquia. El costalero es igual que el toreo, ciñéndose al cejón el costal cual hace el torero a la montera. Es un arte en todo su esplendor. No es sacar un paso; no es sacar a un titular. Es algo más. Es algo que nace y se hace. Es un trozo de uno mismo que esta latente en el alma y se hace sentimiento conforme va uno creciendo, y, curiosamente cuanto más va uno creciendo (en todas sus formas: físicas, psíquicas, pero sobre todo espiritual), más se va apoderando esa esencia de uno mismo. Habrá de todo, pero os puedo asegurar que esto no es un juego. Esto no es un “lucir paso y costal ante la novia “, esto es algo más. 

Es algo más. Es ese sentimiento hecho realidad. Es un hormigueo que nace del estomago antes de “meterse “. Es la sequedad de la boca antes de la faena. Es acordarse de tu gente cuando estas en una revira, realizando una chicota, con el silencio o con música, pero es acordarse de ellos. De los que están y de los que no están. Es postura y compostura. Es elegancia en todo su ser. Es fuerza y constancia. Es inteligencia y a la vez sabiduría – que no es lo mismo.

Dicen que el costalero se hace. En parte es verdad. Creó, desde mi humilde punto de vista, que efectivamente el costalero se va haciendo a lo largo del tiempo. A lo largo de la vida. La prueba palpable de ello la tenemos en los chavales que se meten por primera vez. Con 16 años por ejemplo, que eso es una locura; el costalero se va haciendo poco a poco y se fraguando como el hierro a fuego lento y rápido. Rápida como la vida; el pasar del tiempo es muy veloz y feroz, y, lento en el sentido del sentimiento valga la redundancia.


Cuando llevas tantos años en las galeras de un paso conoces a hombres y mujeres de todas las condiciones sociales. Pero, es curioso, que tod@s ell@s tienen casi los mismos sentimientos que los que estoy describiendo. Todos tenemos en el pensamiento hacer bien nuestro trabajo; que no nos hagamos daño a nosotros mismos ni al compañero. Es un trabajo en equipo. No es una cosa de uno. No es la “elite del patero o del costero “. Son 45 corazones latiendo a un mismo son. Eso es sentimiento. Eso es arte. Conoces de todo y para todo. Es curioso…pero te das cuenta porque Dios te pone al servicio de su hijo con esta gente. Te das cuenta porque Dios te elige para que seas los pies de su hijo o la de la madre de Dios. Te das cuenta que no existe clase social. Todos, absolutamente todos somos iguales. TODOS.

Muchas veces me han preguntado: ¿hasta cuando ?...y, yo, siempre respondo lo mismo: hasta que el cuerpo aguante. Hasta que Dios quiera y me deje, pero…no…no…no quiero pensar el día que me tenga que retirar, que duro será…no quiero ni pensarlo. No quiero pensar lo que será ese momento, ese día que por desgracia tenga que decir un adiós a mi costal, a mi galera, a mi trabajadera. Sí, digo bien… “ a mi “, porque es algo mío. Es un lugar, un sitio donde he sentido, amado y querido con locura a este noble arte. Ese día…que no llegue nunca, y, si llega (pues tarde o temprano inexorablemente llegara), que pueda seguir a tu lado.

Hace tiempo di el pregón de la Hdad de los Estudiantes, haya por el año 1989, creó, y, una de las cosas que dije, es que “donde nací una vez – haciendo referencia a las galeras de un paso – moriré para siempre “. En un sentido amplio es bien cierto. Nací en parte, como cofrade debajo de un paso, y, he de reconocer que creó que no conoceré otro lugar tan bello y duro como este.

Cuanto sentimiento ahí dentro…que barbaridad. Cuando oyes el crují de las trabajadoras, notas como la madera del palo, del leño, se abre camino sobre tu costal, notas el peso de la cruz. Notas el peso del paso y sabes que eso es tuyo. Que ese es tu oficio, y, que ahí que amarlo y sentirlo como ÉL lo hizo por nosotros. Eso es sin duda alguna un privilegio para muy pocos.

Costaleros; que eres niño?? Pregunta la abuela al nieto. Abuela yo soy costalero. La abuela responde: pero eso pa que, se le pone ruedas y ya esta: No… abuela… nuestro PADRE no iba a ruedas. No llevaba un coche. Llevaba un leño, un madero sobre sí mismo. Yo, abuela, soy los pies de Cristo.

Podremos entrar en debate sobre como “hacernos la ropa “, si es mejor así o de la otra forma. Podremos hablar en quinientas mil tertulias, pero una cosa no es discutible bajo ningún concepto. Ser costalero es un arte. Un oficio. Una pasión. Es parte de uno mismo. Si esa parte desaparece; si perdemos esta parte nosotros mismos, nos convertimos en seres a la deriva. Esto se mete por la sangre y va creciendo. Quien encuentra verdaderamente su esencia, se encuentra a si mismo, y no renuncia a ello.


Hace tiempo que me dedico a este noble arte. Son ya 19 años de oficio. Algo he visto y, he de reconocer que año tras año voy aprendiendo cosas que la verdad desconocía. Es un oficio tan noble que vas aprendiendo conforme pasa el tiempo. He visto de todo. Os lo puedo asegurar. De todo. Bueno y malo. Más bueno que malo, pero de todo ha tenido la viña del Señor. 

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